No tenía ganas de desayunar supongo que este cuerpo se
estaba adaptando a mí, supongo.
Comencé con un vaso de leche con cacao, estaba riquísimo,
riquísimo.
Después me comencé a entrenar, pero le pedí a Alfonso
que me trajera cacao, el me hablo de chocolate yo acepte, los grandes Mayas
temidos y odiados, lo consumían realmente era una bebida energética, quitaba
los dolores de después de los entrenamientos y daba vitalidad.
Tuve una visión que me dejo paralizada, era el traidor,
el me estaba buscando.
Vi a unos seres vestidos con batas blancas que le
hablaban de un experimento, el sonreía mientras devoraba a un humano, no debía de
ser muy mayor.
Desperté sobresaltada de la visión, me dolía la cabeza
humana, terriblemente, este cerebro no estaba entrenado para ver y oír, tendría
que adaptarlo y cuidarlo, era lo único que tenía.
Me acorde de los entrenamientos mentales cuando era humana,
levemente comencé a entrenar a la mente de este cuerpo que me habían regalado.
La mujer del hospital tenía algo que ver con esa visión
y por supuesto el dolor de cabeza se había provocado por la defensa del traidor
ante la lectura de su mente.
Era bueno, siempre fue bueno, de los mejores.
Había un buscador, lo notaba intentando buscar caminos.
Este cuerpo estaba demasiado desentrenado.
Llame a Alfonso, lo hice con la mente y el pobre entro
casi enloquecido y diciéndome- baja la voz, te oigo en mi cabeza, no hace falta
que me grites.
¡Iremos, iremos!- dijo al fin, tapándose las orejas, eso
era todo lo que quería oír, teníamos que ir al círculo de piedras a
entrenarnos, era vital-
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