Cabalgue
hacia la puesta de sol, no tenía tiempo, no tengo tiempo que perder.
En mi
cabeza la voz de aquella mujer resonaba una y otra vez:
-¡No hay
tiempo!
Bucéfalo
se paró, frente a mí la entrada a una realidad diferente se abría, debía cruzar
junto a mi fiel.
Lo hice,
al llegar al otro lado, un hediondo callejón se extendía frente a mí, un hombre
sin edad me miraba mientras bebía, tras de mí un enorme perro de ojos de sangre
salió de lo que parecía un muro.
Aquel
hombre volvió a beber de una botella dentro de un extraño envoltorio, mientras
repetía:
-
Tengo que dejar de beber, veo a gente que sale de las paredes.
Yo me
acerque y me acuclille frente a él, mientras mi buen Bucéfalo, olisqueaba el
aire:
-
¿en qué lugar estoy, en qué año?
El
hombre miro el envoltorio que contenía la
botella y negó con la cabeza, mientras me repetía:
-
¡Joder, si que estoy mal, esto sigue siendo Madrid y estamos en
2012, pero que mierda echan dentro de estas botellas, joder, joder!
Me
compadecí de él, pues, no me reconocía, pero debía venir conmigo.
-
Soy real- le dije mientras acariciaba a Bucéfalo entre las orejas-
soy aquel que temen, que odian, pero al que admiran, soy un dios y en
consecuencia un demonio, pero aun tengo corazón, por eso voy a llevarte a lugar
sagrado y quiero que te quedes allí, porque volveré a por ti, y tu serás parte
de mi ejercito, pero te necesito sobrio Capitán, sobrio y vivo, así que no he
llegado tan lejos para que no me reconozcas, Capitán- el mendigo comenzó a
llorar, le di un golpe en la cabeza con el puño y lo lleve a una Iglesia
cercana, le senté en un banco del interior y llame a alguien que había en un
confesionario.
Un diamante Bucéfalo ya lo había olido y yo tenía a un Capitán
humano, y una misión que llevar a cabo.
En aquella calle no había nadie, ponía Museo, mire a Bucéfalo, tenía
que esperarme, así que entre rápidamente y busque, pronto lo encontré, allí
estaba, entre cristales y con mis largas uñas rasgue el cristal y introduje la
mano dentro cogí el diamante y un extraño sonido agudo se puso en marcha.
¡Porque los humanos se toman tantas molestias en guardar cosas que
no saben lo que son!
Fui a un edificio con una torre alta y en lo alto una cruz, con
Bucéfalo y el diamante, el hombre con alza cuellos y vestido de negro,
preguntaba al Capitán sin parar, cuando
me acerque a ellos y dije:
-
Capitán, vamos no podemos esperar más- los ojos del sacerdote
estaban tan abiertos que parecían salirse de sus orbitas, le golpee también en
la cabeza y luego hice lo mismo con mi Capitán.
Me dirigí a lo que parecía un altar, un hombre crucificado, eso me
sonaba, atravesé la cruz junto con Bucéfalo y el hombre a mis espaldas,
mientras lo hacía, a mis espaldas alguien gritaba y pronto volví a ver el cielo
gris sobre mi cabeza.
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