lunes, 5 de noviembre de 2012

Un despertar

 

Oí un sonido estridente.
Chiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii- se repetía hasta la saciedad-chiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii-
Obligándome a despertar-chiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii-abrí los ojos, hacia tanto tiempo que estaba allí sentado, que sobre mi había insectos, plantas e incluso musgo.
A medida que me incorporaba observe, frente a mí una extraña luz brillaba.
Fui hacia ella, un enorme ejército se movía, se movía constante y pesadamente.
Ohhhhhhhhhhhhh- odiaba ese olor, olía a demonios, una carcajada resonó en mi cabeza, aun podía reír, me controle.
¿Demonios, demonios, demonios? qué narices hacían hay tantos demonios, en mi cabeza sonó una voz, femenina, fuerte, era un susurro pero se volvió un grito:
-¡Corre, ya viene!- el jefe de los demonios me observaba, con aquellos ojillos negros cuan noche, sin pupila, sin alma.
Me observaba absorto y dijo:
¡COJE UN ARMA ENGENDRO Y PONTE A LA FILA!
Aquel Jefecillo me había llamado engendro, no es que la palabra fuera algo deshonroso, ni horrible, tampoco me molesto, pero era el tono.
¿Engendro?
Hace mucho tiempo yo era un ser atractivo, era un ser que gustaba y era buscado para amar y ser amado.
Pero la inmortalidad tiene un lado salvajemente cruel y es lo tediosa que resulta, con aquellos que como tu son inmortales, o peor con los burdos humanos.
Me hastié y me metí en este agujero, ahora los demonios a los que detesto más que a los humanos, me despiertan chillando.
La voz insistió- ¡venga, corre ya viene!- me puse en la fila, mi compañero de delante, un inmundo demonio cuyo aliento solo era mejor que su cara, me señalo un montón de armas, fui hacia ellas, eran asquerosas, olían asquerosas, cogí un pequeño cuchillo.
Mi compañero pestilente, se rio, el resto de la fila se rieron, solo los estúpidos se ríen sin ton ni son.
Le clave el cuchillo en su cabeza y un hedor nauseabundo lo lleno todo.
-          Buf- dije en voz alta- si lo se lo dejo vivo- todos rieron a carcajadas.
Yo necesitaba un caballo, era un general, fui caminando hasta donde estaba el jefecillo que me había llamado engendro, este estaba boquiabierto mirándome, empezó a chillarme, parecía un cerdo.
Entonces chille yo, de mi boca salió un ruido tan salvaje que todos enmudecieron, de las pareces comenzaron a salir murciélagos, el suelo se lleno de ratas y ratones que huían hacia la salida.
-¡vamos, que ya ha empezado!- solo alguien como yo sabe, que no se hace esperar a una dama, no muerta como yo.
Un enorme caballo de ojos de fuego apareció galopando, yo fui expulsado del cielo, yo fui expulsado del infierno.
Yo soy el que no muere, me agarre a su crin y subí sobre su lomo, volví a gritar, esta vez la roca cayo y el cielo de color gris plomizo se planto sobre mi cabeza.
¡Bucéfalo, bucéfalo, amigo mío, he vuelto y tengo que encontrar un diaman
te!


                                                                                                                

No hay comentarios:

Publicar un comentario