Oí un sonido
estridente.
Chiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii-
se repetía hasta la saciedad-chiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii-
Obligándome a
despertar-chiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii-abrí los ojos, hacia
tanto tiempo que estaba allí sentado, que sobre mi había insectos, plantas e
incluso musgo.
A medida que
me incorporaba observe, frente a mí una extraña luz brillaba.
Fui hacia
ella, un enorme ejército se movía, se movía constante y pesadamente.
Ohhhhhhhhhhhhh-
odiaba ese olor, olía a demonios, una carcajada resonó en mi cabeza, aun podía reír,
me controle.
¿Demonios,
demonios, demonios? qué narices hacían hay tantos demonios, en mi cabeza sonó
una voz, femenina, fuerte, era un susurro pero se volvió un grito:
-¡Corre, ya
viene!- el jefe de los demonios me observaba, con aquellos ojillos negros cuan
noche, sin pupila, sin alma.
Me observaba
absorto y dijo:
¡COJE UN ARMA
ENGENDRO Y PONTE A LA FILA!
Aquel
Jefecillo me había llamado engendro, no es que la palabra fuera algo deshonroso,
ni horrible, tampoco me molesto, pero era el tono.
¿Engendro?
Hace mucho
tiempo yo era un ser atractivo, era un ser que gustaba y era buscado para amar
y ser amado.
Pero la
inmortalidad tiene un lado salvajemente cruel y es lo tediosa que resulta, con
aquellos que como tu son inmortales, o peor con los burdos humanos.
Me hastié y
me metí en este agujero, ahora los demonios a los que detesto más que a los
humanos, me despiertan chillando.
La voz insistió-
¡venga, corre ya viene!- me puse en la fila, mi compañero de delante, un
inmundo demonio cuyo aliento solo era mejor que su cara, me señalo un montón de
armas, fui hacia ellas, eran asquerosas, olían asquerosas, cogí un pequeño
cuchillo.
Mi compañero
pestilente, se rio, el resto de la fila se rieron, solo los estúpidos se ríen
sin ton ni son.
Le clave el
cuchillo en su cabeza y un hedor nauseabundo lo lleno todo.
-
Buf-
dije en voz alta- si lo se lo dejo vivo- todos rieron a carcajadas.
Yo necesitaba
un caballo, era un general, fui caminando hasta donde estaba el jefecillo que
me había llamado engendro, este estaba boquiabierto mirándome, empezó a
chillarme, parecía un cerdo.
Entonces chille
yo, de mi boca salió un ruido tan salvaje que todos enmudecieron, de las pareces
comenzaron a salir murciélagos, el suelo se lleno de ratas y ratones que huían
hacia la salida.
-¡vamos, que
ya ha empezado!- solo alguien como yo sabe, que no se hace esperar a una dama,
no muerta como yo.
Un enorme
caballo de ojos de fuego apareció galopando, yo fui expulsado del cielo, yo fui
expulsado del infierno.
Yo soy el que
no muere, me agarre a su crin y subí sobre su lomo, volví a gritar, esta vez la
roca cayo y el cielo de color gris plomizo se planto sobre mi cabeza.
¡Bucéfalo, bucéfalo,
amigo mío, he vuelto y tengo que encontrar un diaman
te!
|
Dentro de mi caparazón estarás a salvó, huiras de los seres grises, ellos quieren robarte el tiempo. No dejes que tu tiempo sea de ellos, ven a crear……………….ven a disfrutar de las flores del segundo, de los rosales del minuto y de los jardines de las horas. Ven.
lunes, 5 de noviembre de 2012
Un despertar
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario