Me desperté cuando sentí un frio casi cortante entre mis manos.
Me habían quitado la maquina y subido a una habitación donde una ventana obligaba a mirar.
Estaba sola, pero me sentía acompañada por los míos.
Me incorpore de la cama, el error que había cometido en el pasado me había traído hasta aquí, era un error monstruoso.
Había dado mi amistad a un traidor, un vulgar traidor.
Me acerque a la ventana y vi mi reflejo, bueno no era lo que esperaba pero este cuerpo no estaba tan mal.
Fui a un armarito que había al fondo del cuarto y me vestí, aquella ropa era extraña, pantalones ajustados de lona, camiseta ajustada de algodón, luego había algo de lana que me costó ponerme, la memoria del ser humano que ocupada no estaba pero si había reflejos innatos, como atarse unas extrañas cordonaduras de una especie de botas de lona.
Me mire en el espejo, no estaba tan mal, pero era un pelín bajita para mi gusto, en fin, Salí al pasillo gris y blanco, un pasillo que se cerraba en unas cristaleras, fuera unas enfermeras hablaban.
Me fui en sentido contrario, dentro del armario había prendas que al ver a algunas personas por el pasillo supe que eran para abrigarse, Salí a un hall enorme y baje por las escaleras, había muchísimas, luego vi que en unas puertas brillantes la gente entraba y salían otras personas.
Necesitaba ir a un sitio a conocer esta época, mi error, no paraba de darle vueltas, mi error.
Salí y hacia frio, me puse un chaquetón larguísimo y unos guantes que había en su bolsillo, entonces una figura me hizo señas, era un monje de la luz.
Vino hacia mí, me hizo entrar en un extraño mecanismo que al girar una llave rugió y se puso a caminar.
Había muchos que eran iguales, la gente no miraba a los demás, todos corrían.
¿Cómo habían entrado en el hades y casi exterminado a todos? Pues lo hicieron y eso era mi error, solo pudo ser uno, ese uno era uno de los nuestros.
La ciudad desapareció, ahora era campo, montañas, llegamos a una enorme casa en un campo, me llevo hasta una biblioteca y me señalo los libros.
Mire por la ventana, un cielo rojizo comenzaba a aparecer, la noche caía, sin compasión y mi dragón también.
Justo entonces, percibí, una extraña luz en el cielo, era hora de ponerse al día, era hora de saber.
Cogí un libro, en el que se leía ATLAS, comencé a leer.
El monje entro justo para preguntarle- ¿en qué año estoy?- el monje puso una cara extraña y me dijo- 2012.
-¿cuántos de los nuestros hay?- dije sin pensar, el contestó- solo somos unos 5 y eso te incluye a ti.
- he notado mas presencias en ese lugar de donde Salí ¿quiénes son?- me miro como si no esperar a esa pregunta y me contesto-¿pero eran buenas o malas?- la risa se apodero de mi, la voz de esta mujer no era desagradable pero su risa me hizo reír de verdad, era como una cascada y me reí de mi risa, el monje se rio conmigo y luego me dijo que se llamaba Alfonso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario